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César Coca

Divergencias

El gran Miyazaki y el error del Oscar

En los blogs de este periódico he leído con alegría la pasión de algunos opinadores
sobre los errores de los Oscars. Me parece una especie de subgénero
estupendo, que lo que revela realmente es el amor y la pasión por el
cine, por las historias, por el glamour y por la belleza. Me apunto a
esta corriente, pero con un subgénero dentro del subgénero. Me aferro a
lo más ‘friki’, a criticar el Oscar pero en la sección de dibujos
animados.

Los vencedores han sido «Wallace and Gromit.La maldición de las verduras».
Estamos hablando de premiar una película hecha con figuritas con
plastilina, algo que parece una cosa como de los años sesenta, que
suena a televisión en blanco y negro en la tarde del domingo, en
invierno, a aburrimiento, a coca-cola sin gas. Y nos están contando una
historia vista un millón de veces, sin ninguna chicha. Hay un monstruo,
una chica, un prometido malo, un inventor ingenuo enamorado de la
joven, etc…Lo de siempre, vamos.

El Oscar realmente se lo merecía «El castillo ambulante»,
de Hayao Miyazaki. He visto la película y todavía no sé de qué va pero
cada uno de los fotogramas es pura magia. Todos ellos se te graban a
fuego, se quedan entre los pliegues de la mente y van creciendo como la
semilla de un árbol en el que nacen manzanas de oro. Cada una de sus
películas es una puerta abierta a un sueño donde vas a volar al lado de
un mago inseguro que se tiñe el pelo, vas a conocer a Heidi, a dragones
que son un río y también un niño con mirada inquietante, a brujas que
no se atreven a ser todo la malas que quisieran, a espíritus tragones
que sólo quieren tener amigos, a un ratón cariñoso que vuela en brazos
de una mosca. Por eso, «El castillo ambulante» empieza con una niña que
camina sobre los cielos de su ciudad de la mano del mago Howl, quien un
día se comió una estrella fugaz.

Miyazaki no tiene una sola película mala. Entre ellas, creadas todas e el ya mítico Estudio Ghibli,
están «Niki, la aprendiz de bruja», «Porco Rosso», «El castillo en las
nubes», «La Princesa Mononoke» o, la insuperable, la única, la que
justifica toda la historia del cine de dibujos animados: «El viaje de
Chihiro». Y en Hollywood no lo quieren ver.

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