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David Blay

Historias apócrifas del Dakar: Rafa Císcar

Podría nombrar en este blog a Nani Roma, Marc Coma o Cyril Després y con seguridad el 90 por cien de los lectores sabría a quién me refiero y en qué prueba son gente legendaria. Pero el Dakar, como ya hemos contado alguna vez, es más heroico si se mira con los ojos del humilde. Aquel que paga la aventura con su dinero y que si rompe en una etapa no puede dormir porque él mismo debe arreglar su vehículo antes de volver a salir al desierto.

Es diciembre el mes del Raid más conocido del Mundo y por eso en este blog vamos a ir descubriendo algunas de sus historias menos conocidas. Comenzando por la de la Rafa Císcar, una persona normal que un día decidió que su objetivo en la vida era surcar arena durante el mes de enero.

Por si alguien lo desconoce, solo la inscripción en la prueba ya cuesta 12.000 euros. A eso hay que añadir el viaje de ida y vuelta, la moto o el coche, las piezas de repuesto, el equipo técnico y mecánico (si te lo puedes permitir) y por supuesto la comida. Es decir, que un trabajador de a pie en teoría no podría permitírselo. ¿O sí?

Císcar es encargado de una empresa de prefabricados de hormigón. Ni piloto profesional ni estrella mediática ni rico de cuna. Y, sin embargo, hasta 2011 había corrido nueve veces el Dakar. Multipliquen gastos. Y ahora olvídense del dinero. E imaginen por un momento la sensación de recorrer África primero y Argentina después sin más horizonte que kilómetros de arena. Sin estar pendientes de los grupos de WhatsApp. Ni de pagar la hipoteca. Ni de los regalos de Navidad. Libertad en estado puro.

Pero hay más preguntas en el aire Por ejemplo: ¿cuándo se entrena un rider que debe soportar temperaturas extremas, exigencias físicas máximas y presión psicológica durante 16 días seguidos? Pues, como la mayoría de los trabajadores, después de concluir su jornada laboral. Pero ahí la clave no es suya, sino de su mujer, que desde sus inicios como pareja conoce el enamoramiento de Rafa por el Dakar y no solo lo aprueba, sino que lo anima y lo fomenta. Por algo su perra se llama Duna…

Y aun así, su papel hasta entonces (2011) no fue tan importante como el que tuvo que jugar en abril de ese mismo año. Porque ese mes Rafa se amputó el pie izquierdo a causa de un accidente laboral. Siete operaciones le devolvieron la esperanza, pero desde entonces no ha podido volver a subirse a un coche para completar etapas y especiales en Sudamérica. Tampoco en 2013.

Y sin embargo, como si de un protagonista del libro ‘El Elemento’ de Ken Robinson se tratara, el valenciano sabe cuál es su pasión. La vive. La siente. La necesita. E insiste en que volverá. Al fin y al cabo, ya ha cumplido nueve veces su sueño. Y seguro que al menos lo hará una décima. Porque hay muy pocas materias capaces de destruir la voluntad de una persona que tiene claro hacia dónde quiere ir.

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