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Contención y mesura

Penitencia de silencio en el Partido Popular

A veces, el silencio es la peor mentira
Miguel de Unamuno

Mariano Rajoy, sentado en el centro, con María Dolores de Cospedal y Javier Arenas durante la Junta Directiva Nacional del Partido Popular. Reuters / Juan Medina

La semana de Pasión del Partido Popular ha terminado con una penitencia de silencio. Lo que eran rumores interesados, ataques subterráneos, movimientos en la oscuridad, desavenencias encendidas, puñaladas traperas, cuentas pendientes, venganzas aplazadas y muchos otros quehaceres de la vida del partido han vuelto a quedar tras el velo del homenaje público a la hipocresía en formato de Junta Directiva Nacional.

María Dolores de Cospedal lo ha vuelto a conseguir. La secretaria general del PP ha logrado una vez más que los movimientos de sus rivales en su contra se apaguen con un acto de ratificación de la unidad partidista. Ya lo consiguió tras su esperpéntica explicación de la retribución del extesorero del PP, Luis Bárcenas, que generó una marejada interna potenciada por las críticas a su incapacidad para gestionar el partido. Entonces el acto se denominó ‘Juntos salimos’  y acabó como terminan los pecados de un pariente en una familia tradicional: ocultos tras el silencio cómplice por el bien del clan.

En este caso ha sido la contundente derrota del PP en Andalucía la llama que ha provocado la explosión de descontento. El primer asalto fue la designación del candidato andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, por parte de Javier Arenas, vicesecretario nacional del PP para asuntos territoriales, y respaldado por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, los dos principales enemigos de Cospedal. El segundo asalto consistió en la propagación interesada de un runrún con amplificación mediática que revertía las culpas de la derrota sobre la secretaria general del PP. Cospedal forzó un tercer asalto: contraatacó y venció provocando la ruidosa tormenta de la enésima crisis interna del partido.

La victoria de Cospedal es transitoria, como las anteriores que ha conseguido la secretaria general del PP. Entre otras cosas porque lo que se está diseñando a base de navajazos y zancadillas es el Partido Popular posRajoy. Las elecciones municipales y autonómicas del próximo 24 de mayo volverán a ser una prueba de fuego para comprobar la consistencia de las costuras de una formación política en decadencia.

En la Junta Directiva Nacional Mariano Rajoy ha vuelto a insistir en la llamada a la conversión y a la corrección.  Ante los pecados de avaricia, envidia, soberbia e ira que dominan la vida partidaria, los barones del PP no han optado por un acto de contrición sino por uno de atrición, es decir,  no hay arrepentimiento por amor al líder sino por el temor a las consecuencias de la ofensa cometida ante unas elecciones que ya de por sí no prometen buenos resultados en las encuestas.

Y mientras, el preferido por los barones, Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Junta de Galicia, convierte en estrategia la frase de Calderón de la Barca: “Afortunado es el hombre que tiene tiempo para esperar”.

Análisis sosegado de una actualidad que nos desborda

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