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El mirador del indiano

Qué grande es el cine…

Cuando Marcelo, el fiel guardián decía a Hamlet que Dinamarca estaba podrida, es porque ya intuía que las cosas no iban bien, no sólo en el palacio sino también en el país “something is rotten in the state of Denmark”. La corrupción, la tergiversación y la mentira, atacaban por otros frentes mucho más sutiles.

Hamlet – William Shakespeare


La lista de dictadores desde el principio de los tiempos, sería interminable: Mao, Hitler, Stalin, Hussein, Mussolini, Franco, Castro, Ceausescu, Idi Amin, Kim Jong Il… y el culto a la personalidad es una de las consecuencias inevitables en las que cae toda sociedad totalitaria. Ningún país que haya sido víctima de semejante malformación social ha podido evitar verse atrapado en la falsa aureola de concebir a sus funestos mandamáses como si los mismos fuesen enviados celestiales anunciadores de la Buena Nueva.

Es caudillismo es el camino más corto y directo para que se desarrolle el culto hacia esos personajes mesiánicos, arrogantes y absolutistas que abrazan el trono de manera indefinida como una de las graves deformaciones que emanan de los regímenes autoritarios.

El alarmante fenómeno de la adoración y entiéndase también adulación a los tiranos hizo (por citar solo un ejemplo) del comunismo una espantosa pesadilla de enorme costo en padecimientos para los pueblos que lo sufrieron (y aún sufren) y que a la larga llegó a convertirse en una espantosa pandemia.

Algo que se repite ininterrumpidamente dentro de los procesos comunistas, es que sus líderes se valoran a sí mismos como los grandes y únicos capacitados para conducir sus naciones hacia un supuesto “estado de bienestar” que jamás se alcanza.

Yo, y después yo…y después el diluvio

Esta es la razón por la que Hugo Chávez ha dicho y repetido infinidad de veces (tantas como yo las he criticado) que necesita ser reelegido de manera indefinida al frente de su gobierno porque se considera el único que podrá llevar a buen fin su “proceso”. Pero ¿acaso los regímenes de corte definitivamente estalinista como el que se desarrolla actualmente en Venezuela dependen exclusivamente de esos personajes que aplican ciega e implacablemente el “ordeno y mando”?

¿Qué pasará con dichos regímenes luego de que hayan desaparecido de escena sus caudillos (algo que ineludiblemente ocurrirá) si ellos son los únicos que están “dotados” para gobernar?

¿Dependerán siempre estos gobiernos marxistas de las decisiones y antojos de un solo individuo marcado a fuego por sus insaciables ambiciones de poderes absolutos?

Es aquí precisamente donde subyacen las grandes interrogantes, las interminables intrigas palaciegas que nunca terminan de acechar al caudillo, líder o definitivamente dictador.

Son estos auténticos absolutistas los que se creen con el derecho exclusivo de decidir todo lo que se haga en sus dominios, porque de hecho, para ellos sus gobernados son súbditos, son objetos sin ningún valor que no pueden caer en el “pecado” de pensar y mucho menos en el de decidir por sí mismos.

¿Por qué Hugo Chávez está tan profundamente convencido de que solamente es él quien puede hacer viables las falsas promesas hechas a su “pueblo” por medio de su crispada y permanente verborrea política? ¿No existirá otro líder en Venezuela con suficiente determinación, capacidad, formación y decencia como para encaminar al país hacia un nuevo orden de justicia y progreso?.

El culto a la personalidad de este grotesco ejemplar cuartelario, tragahombres, camorrista y bravucón, parece ser un hecho que ya se avizora como algo por desgracia inevitable.

Así ocurrió con los tiranos de las naciones de Europa oriental que se embarcaron bajo el despotismo y la represión de Moscú como también sucedió en la misma Unión Soviética y China y sigue manifestándose aún en Corea del Norte y en Cuba.

Empezaremos a ver dentro de muy poco las fotos y los lemas del megalómano coronel inundando los edificios y oficinas públicas de todo el país, además de los bautizos de las nuevas obras con su nombre, atribuyéndole a su persona una falsa todopoderosa divinidad.

De hecho, ese soporífero monólogo televisivo llamado “Aló Presidente” creado a imagen y semejanza del personaje, es una muestra de que el profeta-comandante-predicador sueña con acaparar todo el tiempo la atención y estar constantemente en el centro de la opinión pública nacional y de ser posible internacional.

El futuro de Venezuela es muy incierto. Los hijos de esa tierra hospitalaria ya se acostumbraron a la adulación, a padecer infamias, a la persecución, a los azotes de un sujeto cuya meta es pasar a la historia como el nuevo y gran libertador de Latinoamérica, mientras el pueblo, ese “amado pueblo” que continuamente invoca, tendrá que enfrentarse (ya lo hace) a las peores penurias.

Cantaclaro

 

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Sobre Venezuela en estos infaustos tiempos de supuesta revolución...

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