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El mirador del indiano

Analogías…

La democracia (del griego “demos-kratos”) se refiere al gobierno del pueblo. La dictadura (del latin “dictatura”) es una forma de gobierno en torno a la figura de un solo individuo, un solo hombre que ejerce el poder de manera absoluta. Las dictaduras emergen allí donde no hay, o dónde se quiebran las democracias.

Este es el tema que me ocupará hoy:

La dictadura como forma de gobierno opuesta a la democracia supone la ausencia de elecciones libres y sin ventajismo, la representación de las minorias, la negación de la división de los poderes públicos y la violación sistemática de los derechos humanos, en definitiva, supone la subordinación de toda una Nación a la voluntad de una persona… de un dictador. A esas características hay que agregar otras dos: la estructura militar y militarista, y el ejercicio personal y personalista del poder.

No obstante lo anterior, me interesa destacar en esta nota, que todo dictador está caracterizado por dos rasgos fundamentales: la concentración de todos los poderes públicos en él mísmo, y la militarización política. Eso lleva a concluir que toda dictadura, más allá de las formas que las caracterizan y de los hechos que las originaron, no puede prescindir de esos elementos.

Las dictaduras, se sirven de algunas formas democráticas, hecho que utilizan los dictadores para disfrazarse, sobre todo hacia el exterior. En algunos casos, muy a su pesar, toleran la actuación de sectores opositores a los que, cuando ya no pueden eliminar, los acosan incesantemente con el fin de intimidarlos. En otros casos, permiten algunos espacios de prensa libre a la que someten a constantes presiones, extorsiones y amenazas.

Hay dictaduras que provienen de elecciones y dictaduras que resultan de golpes de estado o de tomas violentas del poder democráticamente electo. Hay dictaduras dinásticas y hereditarias. Un caso muy conocido es el de la dictadura de Adolf Hitler en Alemania, fue el mismo Hitler quien marcó una pauta dictatorial que ha hecho escuela: la de legitimar su supremacía mediante plebiscitos y enmiendas constitucionales.

Pinochet y los dictadores militares uruguayos intentaron consolidarse mediante estos instrumentos, Milosovic en Serbia también hacía lo propio y en nuestros días, tanto Lucashenko en Bielorrusia, Mugabe en Zimbabwe así como un “comandante” muy de moda, recurren al mismo expediente. Decir también que en Irán hay elecciones regularmente, aunque el poder central lo ocupan siempre los fundamentalistas religiosos.

Muchos dictadores no sólo concurren a elecciones (amañadas por supuesto) además abusan de ellas. Por extraño que parezca, existen regímenes dictatoriales donde curiosamente hay más elecciones que en regímenes democráticos. En este sentido puede decirse que algunos dictadores han comprendido que mediante la perversión del sistema electoral pueden tener lugar avances más expeditos hacia el poder que mediante su supresión.

De lo anterior se desprende, que lo que llevan a cabo sistemáticamente los “dictadores electorales”, es una perversión y un envilecimiento de los procesos elecionarios. Lo despreciable de este tipo de comicios no resulta siempre de la falsificación de los escrutinios, aunque hay que decir que bajo gobiernos militares lo habitual es que exista ese tipo de fraude.

El ideal de cada dictador no es la vida política sino la vida cuartelaria. La sociedad es para él un gran cuartel y el dictador se imagina y autoproclama “comandante”. Así se entiende cómo su lenguaje sea siempre el del ordeno y mando. Su proyecto final, es el de militarizar a la nación, lo que comienza con la militarización de sus propias huestes, y eso pasa por la conversión en tropas de los pueblos que tanto dice amar.

El envilecimiento electoral opera, además, por otros métodos. Uno, el más común de nuestro tiempo, consiste en la monopolización de los medios de comunicación. Suele suceder en el caso de las dictaduras electoreras, que el dictador de turno se apropie mediante confiscaciones de los canales privados y que una vez sumados a los públicos, sometan a la sociedad a verdaderos bombardeos publicitarios, donde la oposición poco o nada puede hacer para contrarrestar tal egemonía comunicacional.

Hay algunos que pasan más tiempo en la pantalla que en sus despachos de trabajo. Se podría decir sin exageración alguna que gobiernan desde la TV, hay incluso quien hasta tiene su propio programa televisivo.

Pero el atropello electoral no se limita a los medios de comunicación. Los dictadores electoreros, ponen todos los servicios y dependencias gubernamentales a su servicio, de tal modo que los ministerios y oficinas públicas se convierten en auténticas plataformas de propaganda.

Sobra mencionar que los empleados públicos son sometidos a una espantosa coacción, si no votan por el dictador, se les dice que perderán sus puestos de trabajo.

Como atenuante de lo anterior, debo decir que antes de juzgarlos, habría que ponerse en el lugar de un modesto empleado público de quien depende el sostén de su familia. Por más secreto que supuestamente sea el voto, siempre le quedará la duda de que el dictador, tarde o temprano, se enterará por quién él votó, así que decide acatar y no correr ningún riesgo. Algunos, a fin de aliviar sus conciencias, terminan engañándose a sí mismos, afirmando incluso que votaron por convicción.

Si todo eso no fuera harto sobrado, todavía queda el recurso de la intimidación, ello por si el estado de la agresividad (algo “normal” de todo dictador que se precie) no fuera suficiente, en épocas electorales los dictadores se vuelven extremadamente violentos con quienes osan adversarlos, las amenazas, los insultos, las extorsiones y el terrorismo judicial se convierten en moneda corriente.

Durante esos períodos, aparecen por todos lados supuestas conspiraciones (todas ficticias, por supuesto), intentos de magnicidio (cuyos promotores jamás aparecen por ningún lado), amenazas de invasiones de países extranjeros y peligros de guerra con naciones vecinas. Cualquier pretexto es bueno a la hora de amedrentar y condicionar a los electores.

Señalar también, que si las agresiones y abusos de las bandas delicuenciales afectas (armadas hasta los dientes) en tiempos “normales” no bastaran, las calles de los países totalitarios en tiempo de elecciones, se llenan de comandos y piquetes pro-dictatoriales que imponen su ley con la mayor impunidad. En fin, el dictador logra crear un clima de miedo, incluso de terror, que en muchos casos induce a sus potenciales adversarios a quedarse en sus casas y no votar.

Por otra parte, el dictador suele ser muy generoso cuando convoca elecciones, tal generosidad se magnifica (más que nunca) hacia “su pueblo”. En esos momentos el dictador se vuelve extraordinariamente dadivoso, aparecen los obsequios, los aumentos de sueldo, las donaciones, las neveras, los televisores, los aguinaldos, etc. etc.

Por si todo lo anterior fuera poco, el dictador ordena a sus esbirros judiciales proscribir las candidaturas de los adversarios que estén en condiciones de lograr altas votaciones. El método de las “inhabilitaciones” judiciales inventado por Mussolini ha hecho escuela. Esa es una de las muchas razones que explican por qué no hay profesión más inmoral y degradante que la de un juez complaciente con la dictadura.

No hay que olvidar que prácticamente todos los dictadores son militares, y cuando realizan elecciones las ven como campos de batalla en donde es necesario vencer y aniquilar, de ahí aquella máxima que dice: en la guerra todo vale. Así se entiende cómo los dictadores más audaces logran revertir encuestas y resultados. Muchas veces ni siquiera requieren falsificar escrutinios. Las elecciones mismas son, bajo esas circunstancias, un simulacro electoral, una estafa total.

El dictador suele dominar muy bien el idioma de la barbarie puesto que tanto por su condición cultural como por su condición militar es, él mismo, un bárbaro. Así se explica que el proyecto de cada dictador es destruir las relaciones políticas que rigen la vida de toda nación democrática normal. El dictador impone su cultura, que no es otra que la militar.

Pero hay esperanza, siempre habrá opositores que se esforzarán en mantener vivo el ideal de la democracia y de la libertad, pues saben, que toda dictadura tiene sus horas contadas, y además saben que más temprano que tarde, los medios que usa y de los que abusa el dictador, se volverán en su contra. Así ha ocurrido hasta hoy y así ocurrirá siempre.

Cantaclaro

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