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El mirador del indiano

País de emigrantes…

Triste calificativo para un pobre país rico. Sin embargo, esa es la realidad de la Venezuela actual. De la Venezuela del siglo XXI, de la que todos se ufanaban y creían tener en sus manos el paraíso terrenal.

La tierra de la esperanza a la que acudieron en oleadas, durante las décadas de los cincuenta y sesenta, excelsos grupos migratorios de gente noble, honesta y trabajadora de Europa, principalmente de España, Portugal e Italia, así como de muchas naciones del medio oriente, del norte, del centro y de sur América.

Esos grupos, mezclados entre ellos y con los autóctonos, dieron vida, color y sabor a esas nuevas generaciones de venezolanos que con su belleza, caballerosidad y honestidad eran recibidos como buenos representantes en todos los lugares del planeta.

Sin embargo, hoy en día todo eso ha cambiado.

Con la excepción de las reinas de belleza, quienes son sus mejores embajadoras, en muchas ocasiones los venezolanos de hoy son mal vistos y hasta repudiados.

Muchos para sobrevivir tienen que permanecer ilegales y soportar vejaciones en esos países en los que hasta hace poco los recibían con alegría y ahora en muchas ocasiones los desprecian.

Las causas que motivaron esta catástrofe social han sido variadas, desde no aplicar lo que el Dr. Arturo Uslar Pietri definió como “siembra del petróleo”, pasando por gobiernos mediocres, incapaces, populistas y corruptos hasta el tuétano, hasta lo más sencillo: no saber apreciar lo que tenían.

Tristemente es ese el resultado y en ello se ha transformado en estos tiempos de “apagón revolucionario”, a eso se ha llegado en las últimas casi tres décadas de oprobio y ruina la por ahora comunistoide República Bolivariana de Venezuela.

A todo lo anterior se suman nuevas presiones y descrédito interno, propaganda oficial xenofóbica y acciones en la que los máximos jerarcas del Gobierno irresponsablemente pregonan e incitan la fuga de talentos con la célebre frase de “que se vaya el que quiera”.

Ese es el país que construyó el difunto “comandante iluminado”, y al que le ha dado la puntilla terminal un iletrado chófer de autobús en funciones de Jefe de Estado.

Esa es la nación que como borregos y como una sociedad de cómplices les dejaron construir, perdón destruir. Donde las posibilidades de vivir dignamente son nulas.

A ese territorio maltrecho, ultrajado y dolorido es al que se le fugan sus cerebros más valiosos, su juventud, su clase media formada y consolidada con sacrificios a través de décadas porque sencillamente no quieren vivir en otra Cuba, Irak, Libia, Uganda, Corea del Norte etc. o en un país en el que se roban y despilfarran miles de millones de dolares en exportar revoluciones. Donde se malversan otros tantos y donde el estado de derecho sencillamente no existe.

A esa Venezuela, no la del neoliberalismo salvaje, sino la del populismo salvaje, la de buhonería salvaje, la de marginalidad salvaje y delincuencia salvaje es que abandonan sus hijos, que prefieren ser emigrantes o ciudadanos de segunta categoría en países del primer mundo, que esclavos de primera en su país de cuarta.

Por lo menos eso es lo que comentan centenares de jóvenes y familias temerosas que huyen hacia Canadá, Australia, Estados Unidos o hasta la misma España, de donde hasta ayer venían grandes grupos migratorios buscando mejor futuro como tierra de asilo político y promisión.

Al pensar con dolor en lo que se ha convertido ese país, veo con más estupor el inmoral deseo de “el que se quiera ir que se vaya”, así como la disparatada política de abrir sus fronteras a grupos indeseables de otras comarcas con culturas orientales extrañas, machistas, con sus vicios, fanatismos y miserias morales a convertirlos en una estado de quinta clase, cuando pudieran ser una nación de primer grado.

¿Por qué ese irresponsable deseo de que se vayan los talentos y la clase media honesta y trabajadora? ¿Será acaso cierto el principio de que en el país de los ciegos el tuerto es rey?

Ojalá que estas líneas sirvan de reflexión, aunque ya sea tarde para evitar tantas lágrimas, ante la dura despedida de un ser querido, de ese balsero venezolano que se va en busca de lo que el Gobierno de su patria le niega: respeto al ser humano, seguridad, dignidad y posibilidades de trabajar y surgir.

El inicio de una nueva vida, dejando atrás tantos recuerdos para no saber cuándo volver, es traumático y desalentador. Si lo dudamos, preguntémoselo a los que ya vivieron esa amarga experiencia de ser emigrantes.

Venezuela, llámese como se llame o como la quieran llamar, es la tierra de Guaicaipuro, Bolívar, Páez, Miranda, Pérez Bonalde, Pedro Elías Gutiérrez, Gallegos, Uslar Pietri y de millones más, en la que unos nacieron y otros fueron a sentirse libres, luchar y prosperar en esa ribera del Arauca vibrador, donde todos son hermanos de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol.

Cantaclaro

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Sobre Venezuela en estos infaustos tiempos de supuesta revolución...

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