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“De las 13 horas del ataque a cumbre solo disfruté unos segundos”

 

Alí Sadpara y Alex Txikon en la cima del Nanga Parbat.

 

Alex Txikon relata desde el campo base del Nanga Parbat la ascensión «más dura» de su vida para lograr su primera  cumbre en invierno

 

La voz de Alex Txikon (Lemoa, 1981) suena firme y satisfecha al otro lado del teléfono satélite. Pero nada de euforias. Al contrario, a lo largo de la conversación transmite un halo de paz interior, de tranquilidad, poco habitual en este hombre hiperactivo y de vida acelerada. Hasta reconocer que «la ascensión más dura» de su vida ha cambiado su sentimiento sobre las montañas para pasar a verlas como «entes vivos, que te tratan como tú les tratas». Hasta el punto que hoy mismo volverá a ella para retirar todas las cuerdas y recoger los campos de altura. La conciencia del hito histórico que han conseguido llegará más adelante.

– Antes de nada, felicidades.
– Eskerrik asko. Ya era hora después de cinco años. Desde 2011. Ya nos ha costado, , eh??. Y dos años aquí. Y este lo hemos trabajado duro. 15 días durmiendo por ahí arriba en unas condiciones durísimas. Lo hemos conseguido pero solo nosotros sabemos lo que nos ha costado. Hay que estar aquí para saber lo que hemos sufrido.

– Físicamente como está?
– Bien, bien. Los pies duelen, pero es normal después de tantos días de cramponear y de no quitarme las botas en una semana. Y el cuerpo un poco dolorido después de la paliza que le hemos dado. Pero de congelaciones ni rastro. Solo tengo un poco tocada la nariz. Me duele un poco y la tengo un poquito negra… No es grave pero duele.

– Desde la distancia, el día les salió perfecto, aunque tomaron decisiones arriesgadas, como la de salir de día.
– Después de la experiencia del año pasado, en la que salimos a las 3 de la madrugada y pasamos un frío atroz que creo que luego nos pasó factura, el viernes decidimos esperar a que amaneciese para empezar a andar, no cometer otra vez ese error y evitar congelaciones. Sabíamos que el día bueno era el sábado, sin nada de viento, pero no nos quisimos arriesgar esperando 24 horas en el C4 y decidimos salir. Ya habíamos estado un día entero en el C2 aguantando un viento de la hostia y era suficiente.

Imagen nocturna de la tienda del campo 4, con la cumbre al fondo.

– Desde el campo base comentaron que ellos no tuvieron viento.
– Sería allí abajo… En todo momento, en las 12 o 13 horas de ataque a cumbre que tuvimos, entre subida y bajada, no dejo de soplar ni un segundo. De 30 o 40 km/h y rachas incluso más fuertes. Ufff.

– El frío lo daban por descontado.
– Sí, pero fue demasiado. El plan era comenzar a subir a las seis, así que a las cuatro de la mañana salimos de los sacos y empezamos a prepararnos. El parte que teníamos hablaba de 35 bajo cero, pero se quedó corto. Seguro. Más la sensación térmica del viento. Creo que ha sido el año que más frío he tenido. Fijate, yo llevaba cuatro capas. Unas mallas termicas, un peto de polartec, el mono de plumas y un goretex por encima. Y aún así iba tieso del frío. Llevaba la cantimplora y tres cámaras dentro del mono de plumas y no pude quitarmelas ni un momento para beber o sacar una foto.

– ¿Cómo fue la ascensión?
– Ali y yo salimos primero y diez minutos después Tamara y Simone. Atravesamos la cuenca Bafhin bien pero con mucho ojito, buscando el camino acertado y muy atentos porque había algunas grietas. Nos acercamos al trapecio cimero más abajo que el año pasado, porque entrando por arriba es mucho más técnico. Y llegamos a la roca que lleva a una especie de colladito, que es donde el año pasado tuvimos el problema y nos equivocamos. A 7.650 metros. Fue un momento clave, porque el sol aún no nos pegaba y desde el CB nos veían hacer zetas. Ellos se pensaron que era porque estábamos dudando, pero es que había mucha pendiente y era la forma más cómoda de subir. Y además teníamos que ir en todo momento moviendo las manos y los pies para calentarlas porque el frío era una pasada. En ese momento me di cuenta que el día iba a ser verdaderamente largo y duro porque no iba a poderme quitarme las manoplas para comer ni beber. Pero era mejor eso que congelarme una mano.

– ¿Ahí es donde se separó Alí?
– Sí. Él había subido dos veces ya al Nanga y conocía bien ese tramo. No dudó en decirnos que le siguiesemos por las rocas. Pero yo lo tenía claro. Desde el CB nos estaban guiando con los prismáticos y íbamos a seguir sus indicaciones. Y lo que nos decían era que giráremos a la izquierda para meternos en el corredor que lleva a la cima. Así que le dije a Simone que yo abría huella mientras el me seguía a unos metros cogiendo algo de distancia para tener perspectiva y recibir las indicaciones del campo base. Fueron un tramo muy duro porque el viento formaba unos ventisqueros de medio metro de altura sobre los que teníamos que pasar. Era como una carrera de obstáculos. Y algunos se rompían y nos caían encima. Eran bloques de hielo algunos de cerca de cien kilos. Andar pegando salto a 7.700 metros… tú me dirás…

Simone, Alex y Tamara en la ascensión final.

– ¿Fue un momento de tensión que Alí decidiese y por otro sitio?
– ¡Noooo! Para nada. Lo hablamos, el estaba convencido y al final dijimos, bueno, así tenemos dos opciones. Si uno se equivoca que por lo menos el otro haga cima.

– ¿Esa parte final también fue más difícil de lo esperado, no?
– Cuando nos metimos en el coulour, alucinamos de como estaba. Tenía 55 o 60 grados de pendiente mínimo y totalmente helado… Tuvimos que pasarlo con muchísimo cuidado. La alegría es que al poco de meternos en él vimos una barrita energética tirada y un viejo piolet y me dije «bueno, al menos vamos por el camino bueno». Mientras subíamos no me podía quitar de la cabeza que luego íbamos a tener que bajar por ahí…

– Luego Tamara se dio la vuelta.
– Seguimos progresando. Yo por delante y Simone un poco por detrás, haciendo la goma en algunos momentos para no perder contacto con Tamara, que iba algo más retrasada. Hasta que al llegar a ochomil metros se dio la vuelta. Una pena. Fue un momento triste, porque es una chica muy fuerte y hubiera sido un hito. La primera mujer en lograr una primera ascensión a un ochomil. Y se quedó a nada, a las puertas.

– ¿Qué le pasó?
– Había vomitado durante la noche y el frío le paso factura. Pero bueno… Su decisión fue la correcta. Fue muy emocionante cuando al bajar, en el campo 4, Alí le pregunto por qué se había dado la vuelta y ella le respondió “Si hubiera subido no habría vuelto al campo base”. Creo que ese tiempo de decisiones honran a cualquier alpinista y hablan de su grandeza y madurez. Es una alpinista de la que oiremos hablar mucho a partir de ahora.  Es muy fuerte y tiene madera para hacer grandes cosas.

– Y llegaron por fin a la cima.
– Sí. El primero fue Alí, luego yo como a veinte minutos y Simone a otros veinte de mí.

– ¿Fue emocionante?
– Pues si quieres que te sea sincero no mucho. No hubo tiempo para emocionarse. Yo solo pensaba en la bajada, en que tenía que estar al 100% de concentración con lo que nos esperaba. Y no tuve tiempo ni de

emocinarme ni de disfrutarlo. ¿Entiendes? ¿Tú sabes lo que es subir por ahí sin arnés y con un piolet?, que si pegas un traspiés acabas en el glaciar cuatro mil metros más abajo? El tema no estaba como para celebraciones. Si acaso unos segundos, en los que fijé en los demás ochomiles, el K2, los Gasherbrum, en el Masherbrum… y pensé “joder que pasada, que bonito”, pero fueron nada, unos segundos. En 13 horas de ataque a cumbre, solo disfruté unos segundos. Esos. Ha sido muy duro. De verdad. El frío ha sido tan intenso, el viento, las dificultadas del terreno…

Alex, afrontando los últimos metros de la ascensión.

– ¿El viento fue lo peor?
– Es que no dejo de soplar ni un momento. Constante, constante… Nos machacó. Nos iba comiendo la energía. En las cuatro conversaciones que tuvimos entre nosotros en la ascensión fue lo único que comentamos. Este puto viento no nos va a dar tregua ni un segundo. Nos fue desgastando. Machacando. Ha sido el primer ochomil en el que no he sacado ni una foto. Pero no quería quitarme las manoplas. Menos mal que Simone sí sacó en la cima.

– Simone y usted se conocen desde hace años, pero nunca habían escalado juntos. ¿La experiencia ha sido buena?
– Sí. Creo que hemos hecho muy bien equipo. Hemos trabajado muy bien juntos, muy coordinados. Como si llevasemos muchas expediciones juntos. Casí no teníamos ni que decirnos las cosas. Mientras unos hacían agua otros se masajeaban los pies, mientras dos desmontaban la tienda los otros dos recogían las cosas. En ese sentido hemos funcionado muy bien. Hemos tenido mucha complicidad.

– ¿Las circunstancias han alumbrado una cordada de futuro?
– Pues no hay que descartarla, la verdad. Mira por donde, antes de venir hablamos de la posibilidad de hacer algo juntos pero al final no concretamos nada. Y el otro día, en el CB lo volvimos a comentar. Y mira, el tiempo da la razón a las cosas. Y además me siento muy orgulloso de haberle ayudado a hacer historia con su cuarta apertura invernal. Creo que nos podemos aportar cosas importantes mutuamente.

– La frase más repetida desde el viernes es que han hecho historia ¿Lo ve así?
– No lo tengo asumido porque estamos aquí todavía en plena vorágine de recogida. Me imagino que tendrán que pasar unos días para darme cuenta. Lo que sí me hace ilusión, y lo pensé en la cima, es ir personalmente a un museo que hay en Polonia sobre los ochomiles que conocí este verano. Hay una sala dedicada a las ascensiones invernales donde las vitrinas del Nanga y el K2 estaban vacías y su director me dijo que ahí quería verme en los próximos años. Y mira, acertó. Pero no tengo más sensaciones. Aquí estamos como en una burbuja, aislados, y no somos conscientes de nada.

Alex descansa cubierto de escarcha en el C4 tras bajar de la cima.

– Ahora le saldrán mucho amigos.
– Bueno… yo reconozco que durante estos años igual mi manera de comunicar no ha sido la más acertada, pero también creo que muchas veces se ha hablado muy poquito de mí o incluso se me ha ninguneado. Llevo 5 expediciones en invierno en el Karakorum, incluida la del 2012, donde fuimos 7 y regresamos 4… No sé. Se me ha dicho de todo pero creo que es justo que se reconozcan cosas como que este invierno hemos equipado entre solo dos personas toda la montaña. Hemos sido dos pelados los que hemos hecho todo el curro como para recordar algunas críticas injustas que hemos tenido en el pasado.

– ¿Su sentimiento hacia la montaña ha cambiado?
– No sé si ha cambiado, pero la verdad es que antes pensaba que las montañas como una piedra grande y ya está. Las veía como un objetivo deportivo, sin darles más trascendencia. Y ahora, después de lo que he vivido y sufrido allí arriba ahora tengo una sensacion un poquito diferente, como de más respeto hacia la montaña. Como de que es algo vivo que te corresponde según cómo tú le trates. De verdad, como mañana (por hoy) no suba para arriba a quitar las cuerdas no me marcho de aquí. Tengo la necesidad de dejarla lo más limpia posible… no sé… una responsabilidad para con las montañas y la naturaleza, un respeto que quizás antes no tenía.

– La estrategia ha sido perfecta. Me imagino que las lecciones aprendidas el año pasado han sido fundamentales.
– No tengo ninguna duda. Si el año pasado no hubiesemos estado aquí, este año no habríamos hecho cumbre. Porque claro, el año pasado pensamos que el poner el campo base tan abajo era un error, pero en absoluto. Lo que hay que hacer es moverse. Hemos hido 20 veces hasta el campo 1, que se dice rápido. Esa ha sido una de las claves del éxito. La experiencia me ha demostrado que lo importante es hacer más desnivel y no tantas noche en altura. Pero a la vez esa estrategia también es muy dura psicológicamente. Subir desde el CB hasta el campo 2, muro Kinshofer incluido… equipado hasta arriba para el frío… lo hemos hecho 4 veces… Había días que además de las cuatro capas de ropa que llevaba se me formaba una quinta de hielo.

Alex, Tamara, Simone y Ali, nada más llegar al CB tras hacer cima.

– ¿Esta ascensión le va a cambiar?
– Yo creo que no. En todo caso me puede abrir alguna puerta, como por ejemplo aparecer en las listas que corren por ahí para el intento invernal del año que viene. Pero también te digo que estoy un poco cansado de las montañas de ochomil metros. En invierno quizás no tanto, pero es que en esta época es demasiado duro… Dos meses llevamos ya en este congelador, tres meses desde que salimos de casa… es duro, muy duro. Y económicamente ni te cuento. Es una ruina.

– ¿Y el K2? Está ahí, el viernes lo vio bien cerca desde la cumbre y es el único que queda por subir en invierno…

Alex, visiblemente agotado nada más llegar al campo base.


– Bueno… si quieres que te diga la verdad. El único momento en el que me calenté el viernes fue cuando lo vi desde la cima… ufff, fue un subidón. Sentí un cosquilleo y pensé “¡Hostia!, igual este no es el último invierno aquí”… jajaja. Lo que sí me gustaría es intentar una invernal en un ochomil de Pakistán. Aquí llevo ya 5 años seguidos y me apetece probar allí.

– ¿Pero en invierno?
– Si, si. Para mi lo de ir en temporada normal creo que se ha acabado. Si algo me ha enseñadp estps años es lo agusto que estás solo, en el campo base, abriendo tu propio camino en la montaña, trabajando. Que lo mucho o poco que hagas lo hagas tú y tu equipo. Eso es bestial y cuando lo pruebas no tiene vuelta atrás.

 

 

 

 

 

 

 

 

Alí Sadpara y Alex Txikon celebran la cumbre con una tarta.

 

Fotos: Expedición Nanga Parbat'2016.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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