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Jon Garay

Aletheia

Hombre, tienes que elegir: ¿mujeres o alcohol?

La Asociación Americana de Economistas del Vino (sí, al parecer, existe una asociación tal y tiene su propia página web, www.wine-economics.org) ha publicado un trabajo que pone al hombre ante una terrible disyuntiva: ¿mujeres -en plural- o alcohol? Mara Squicciarini y Johan Swinnen, los autores del estudio, cayeron en la cuenta de un hecho singular que relaciona a musulmanes y mormones: ambas sociedades son polígamas y no permiten el consumo de alcohol. ¿Es esto una simple casualidad o hay algo más?

Y es que si miramos al pasado de cierta manera, resulta que pudiera haber una correlación entre el paso de una sociedad de la poligamia a la monogamia y un aumento del consumo de alcohol. ¿Y qué es una correlación? Antes de decir lo que es, es todavía más importante decir lo que no es, una causa. Que dos fenómenos estén correlacionados quiere decir únicamente que cuando uno se da, se da también el otro, sin que esto signifique que uno sea la causa de otro. Para lo que aquí interesa, esto quiere decir que los autores no sostienen que el alcohol empuje a la monogamia o que la monogamia implique -ni por desesparación ni por ninguna otra razón- un mayor consumo de alcohol. Simplemente constatan que las sociedades monógamas consumen más alcohol que las polígamas sin establecer qué causa qué. ¿Y por qué sucede esto? Porque hay causas subyacentes que afectan tanto a los matrimonios como al consumo de alcohol.

En el caso de las sociedades pre-industriales encuentran una razón económica detrás de esta relación. Entre éstas, las que se dedicaban a la caza, pesca y recolección tendían a la monogamia porque sus recursos eran inferiores a las que se dedicaban a la agricultura, de manera que un hombre difícilmente podía sostener a más de una mujer. Y no es que no aspirasen a más, es que sencillamente su ecología, el medio en el que subsistían, no se lo permitía (por eso se le llama ‘monogamia impuesta por la ecología’). Otra posible explicación es la ‘teoría de la defensa de los recursos’, que sostiene que la poligamia es una estrategia reproductiva adaptada a situaciones en que el varón-macho puede defender sus recursos (territorio, dinero…). En este caso, para la hembra sería mejor compartir los bienes de un hombre rico con otras mujeres que arriesgarse a ‘monopolizar’ los de uno pobre.

¿Y por qué unas beberían más alcohol que otros? Aquí se abren dos hipótesis: una, para sobrellevar las dificultades de una existencia que se supone más dificultosa (tradicionalmente se ha defendido que el paso a la agricultura supuso un paso adelante en el bienestar, pero se está discutiendo también esta asunción) y, dos, porque las sociedades de cazadores carecen de la estructuración social y jerarquía de las agrícolas, menos permisivas en general con este tipo de excesos. Así se explicaría la en principio sorprendente afirmación de que las sociedades monógamas beban más alcohol que las polígamas.

La Revolución Industrial

¿Cómo se ha tramado históricamente esta sorprendente relación? Según los autores del estudio, la primera sociedad que impuso la monogamia fue la Grecia clásica. Y como es bien sabido, el vino forma parte indisoluble de la cultura mediterránea. Roma continuó esta tendencia y la extendió por todo su territorio, una herencia que el cristianismo convertiría en sacramento. (Un pequeño alto en el camino. La inmensa mayoría de los mamíferos son, por cuestiones de ventaja reproductiva, polígamos. ¿Por qué la humanidadel giró hacia la ahora casi universal monogamia? Squicciarini y Swinnen sostienen, apoyándose en otros autores, que esta última encierra una estrategia de estabilización social al ser una forma de organización más igualitaria. Dicho más claramente, es una simple cuestión de número: dado que aproximadamente la proporción de hombre-mujer es 1 a 1, si un hombre tiene cuatro esposas, hay tres que no tienen ninguna, lo cual no suele ser una buena noticia para los perjudicados. La monogamia, es decir, el reparto de mujeres, aliviaría en gran forma esa tensión social y ayudaría a cohesionar el grupo. Aquí, el hecho de que fuera la cuna de la democracia la primera en apostar por esta estrategia refuerza la hipótesis del igualitarismo).

La consolidación definitiva tanto de la monogamia como del consumo del alcohol se daría con la Revolución Industrial. Nuevamente una confabulación de factores sociales, económicos y tecnológicos hicieron que monogamia y alcohol aparecieran de la mano. Uno de los cambios introducidos por aquel despertar de Inglaterra fue el hecho de que la riqueza empezó a proceder cada vez más del capital humano, del trabajo, y menos de la posesión de tierra. Ya es casualidad, pero en paralelo, el consumo de alcohol se disparó por su bajo precio y por las duras condiciones que debían afrontar los trabajadores en las insalubres ciudades de la industralización. Y beber en demasía afecta a la productividad y, por lo tanto, a la riqueza de los hombres. Sin que una cause la otra, alcohol y monogamia aparecen de nuevo juntas.

De ser cierto todo esto, tú, hombre, tienes que elegir: ¿cervezas o mujeres? Mormones y musulmanes ya han decidido.

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