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Ignacio Tylko

Polska droga

La sombra de 'Mou' y el victimismo luso

”¡Qué injusticia!”, clamaba Cristiano Ronaldo, con la mirada perdida y el peinado todavía perfecto porque su gomina es de las caras, después de 120 minutos de lucha y nueve lanzamientos de penalti, ya que el astro luso se había preparado para el último cuando lo más lógico es que ejecutar el primero. “¡No tuvieron ocasiones!”, se lamentaba Pepe tras la derrota. “Ellos se clasificaron por suerte”, se limitaba a mascullar Nani, sumido en la depresión.
Durante el choque, hubo sus más y sus menos. Leña soterrada. Como casi siempre, Pepe dejó alguna señal de esa violencia que le persigue cuando salta al césped y se transforma. Saltó y le metió la rodilla en la espalda a Xabi Alonso, luego soló un codo y siempre protestó al árbitro como si fuera un angelito. Y Coentrao, el tercer ‘español’ de las ‘Quinas’, parece que se llevó las manos a sus partes blandas después de un rifirrafe con el banquillo español, al parecer a causa de algún comentario de Pepe Reina cuando le señalaron un fuera de banda mal sacado.
Ciertamente, los lusos han caído igual que podían estar en la final. La moneda les volvió a salir cruz en la penúltima ronda pero rozaron la victoria y no fueron peores que España, salvo en la prórroga. Cristiano Ronaldo, empero, quedó anulado en el partido clave. Fue el rey ante holandeses y checos, pero frente a Arbeloa, Ramos, Piqué, y las ayudas magníficas de Busquets y Alonso, solo apareció para lanzar las faltas, y bastante mal por cierto. Es el mejor del mundo, con permiso de Messi, pero de nuevo le lloverán críticas por no responder en el duelo que pudo cambiar la historia del fútbol luso.
Pero se merecen el castigo por reclamarle todas las jugadas al turco Cakir, cuya labor no resultó influyente un choque difícil y eso ya supone bastante premio. Cada falta, cada piscinazo en el área o en sus proximidades, cada brote de cierta dureza, traía consigo a un grupo de portugueses con gestos airados de desaprobación. Ya desde que se conoció la designación, los vecinos comenzaron a lamentarse.
Una señal más de ese victimismo histórico que persigue a su selección, el mismo que perjudicaba a España hasta que hace cuatro años cambió la historia en Austria y Suiza. Que si el turco lo ha propuesto Villar, que si el presidente de la Española controla la comisión de árbitros de la UEFA, que si el vicepresidente de este organismo es turco, colabora con UNICEF y es amigo del Barça. Igual todo eso es cierto, pero no perdieron por eso.
Recuerdan estos episodios a José Murinho sacando su lista negra de errores arbitrales y citando a su nómina de colegiados ‘uefos’ proscritos porque, a su juicio, habían beneficiado al Barça o perjudicado a los blancos. Es un emblema del fútbol portugués, comparte representante con la mayoría de jugadores y el propio Paulo Bento en la figura de Jorge Mendes, y su influencia es enorme en el entorno de las ‘Quinas’. Su sombra es alargada. Comenzaron a jugar el partido antes, en las conferencias de prensa previas, y lo perdieron. Hasta que no destierren las excusas, su selección no será campeona. España lo aprendió de sus propias experiencias erráticas.

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