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Insomnio Político

Síndrome de campaña

Una de las pocas cosas que tienen en común los músicos, los políticos y los periodistas que se dedican a la información política es que, en determinada época del año, se convierten en aves de paso y se echan a la carretera. Eso sí, los primeros en busca de éxitos; los segundos, de votos y los terceros, porque no les queda más remedio.

La semana pasada, conversando con dos veteranos periodistas, Manolo Sánchez (histórico de El Mundo, ahora en eldiario.es) y José Luis Ramos (referente de Europa Press, ahora jefe de prensa del presidente del Congreso), me recordaron una anécdota que casi se merece una novela.

Sánchez recordaba cómo una madrugada de la campaña de 2004, mientras viajaban en autobús a algún aeropuerto, Ramos lanzó la siguiente perla: “uno sabe que tiene el síndrome de campaña electoral cuando, tras pasar varias noches en hoteles, vuelve a dormir en su casa y lo primero que hace por la mañana es llevarse del baño de su propia casa los jabones, el champú y el peine).

Ya no hay marcha atrás. Desde hace algunos años, siempre que acaba una campaña electoral, los dirigentes del partido político de turno, vaticinan que será la última. Argumentan que en la era de las nuevas tecnologías y de las redes sociales ya no tiene sentido organizar mítines en plaza de toros o polideportivos para que aplaudan los acólitos. Un augurio, que una vez más no se ha cumplido.

Miguel Arias Cañete se enfrenta al reto de movilizar a los miles de desencantados con algunas de las decisiones de Mariano Rajoy. Elena Valenciano cuenta con la rémora de que la campaña de las europeas es, a la vez, un laberinto de disputas internas en busca de posicionarse de cara a las primarias de noviembre.

En esta ocasión, los 15 días finales tienen un cariz más decisivo que en anteriores citas electorales. Más de 46% de la población aún no sabe a quién votará o si va ir a votar. La desafección hacia la política aumenta, pero eso no entra en el examen del día 25 y los grandes partidos sólo buscan sacar un voto más que el contrario para proclamarse vencedor.

Más atrás, lo llamados emergentes sueñan con el ocaso del bipartidismo. Una sensación que hace apenas tres meses parecía más real que ahora, en el que la maquinaria de los dinosaurios se ha puesto en marcha y apenas dejan espacio a los partidos pequeños para hacer propuestas. Proponer, para eso idearon las campañas electorales. Pero, por lo visto en la atípica precampaña, los insultos y los reproches volverán a ganar por goleada.

Otros tienen pesadillas más humildes. Los hay que temen que su pareja vuelva a meter en casa decenas de jabones de hotel.

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